En medio de una ola polar que también congela los acuerdos políticos, la interna en Buenos Aires vuelve a marcar el pulso de la política argentina. La decisión de Máximo Kirchner de bajarse de una eventual candidatura generó un inesperado vacío en el armado electoral del oficialismo, y dejó expuesto al gobernador Axel Kicillof, a quien ahora se le exige que se haga cargo de las listas, con el riesgo de pagar solo el costo de una posible derrota. “¿Quería la lapicera? Ahí la tiene. A ver qué hace”, resumen en el entorno de Cristina Kirchner, convencida de que es el turno de que el mandatario provincial asuma las consecuencias políticas del desdoblamiento electoral. El PJ bonaerense, cruzado por tensiones entre La Cámpora y el kicillofismo, ahora ensaya una estrategia de contención: promover candidatos “moderados” que puedan sortear la guerra intestina sin arrastrar al conjunto a una fractura total. Mientras tanto, del otro lado del espectro político, Karina Milei acelera su plan de control territorial con candidatos propios. La aparición de figuras como Leila Gianni o Nahuel Sotelo en la Tercera sección sin consultar al armador bonaerense Sebastián Pareja generó más que rispideces. En ese contexto, el operativo de Santiago Caputo para blindar el Congreso de cara a un segundo mandato libertario choca con la fragmentación interna. Las tribus libertarias pugnan por los pocos lugares seguros en las listas del 26 de octubre. El PRO también entra en la escena, pero como actor residual. Aunque Patricia Bullrich pelea por ubicar a Florencia Retamoso —esposa de Gerardo Millman— en un lugar expectante, desde la Rosada ya bajaron el pulgar. "El PRO no existe más", aseguran sin rodeos desde el sector de Cristian Ritondo, que todavía resiste con intendentes como Pablo Petrecca (Junín), aunque sin una línea definida frente a La Libertad Avanza. Todo se decidirá entre dos fechas simbólicas: el 9 de julio (cierre de alianzas) y el 19 (cierre de listas). Ironías del calendario: entre el Día de la Independencia y el Día del Amigo, los partidos definen si se desintegran o si pactan una convivencia incómoda. La provincia de Buenos Aires sigue siendo el núcleo más denso de poder político. Allí, los municipios de Avellaneda, Quilmes, Lanús y Morón concentran algunas de las internas más encarnizadas del peronismo. Una elección local puede derivar en la pérdida de mayorías en los concejos deliberantes y, por tanto, en la caída de intendentes. En ese clima, la causa judicial contra Alexia Abaigar y Eva Mieri (ambas funcionarias ligadas a Mayra Mendoza) agrega tensión e incertidumbre. El oficialismo trabaja con temor a una derrota que impacte judicialmente en la expresidenta Cristina Kirchner y politicamente en Axel Kicillof, cuyo nombre todavía suena como eventual aspirante a la presidencia en 2027. La estrategia: evitar candidaturas de alto perfil y repartir costos en silencio. “Una derrota estrepitosa puede empeorar la situación judicial de Cristina”, admite un operador de peso. En paralelo, los libertarios avanzan con propuestas disruptivas que ya encuentran ecos en sectores del peronismo. José Luis Espert y un importante dirigente justicialista coinciden en lo impensado: eliminar la coparticipación federal. La bomba está lista, pero no estallará aún. Puede ser parte del próximo gran debate estructural del país. Las señales de época son elocuentes. Según el sociólogo Pablo Seman, la ola libertaria ya no es un fenómeno aislado. “Llega a sectores humildes que antes eran bastiones peronistas”, asegura. A su vez, el analista Guillermo Oliveto contextualiza este cambio de humor social como parte de una serie de traumas históricos: 1975, 1989, 2001 y la pandemia. Lo que viene podría cerrar el ciclo… o abrir uno completamente nuevo. Redacción del Diario TAPA DEL DÍA