TAPA DEL DÍA El cierre de listas para las elecciones bonaerenses expuso con crudeza el entramado interno del oficialismo. En medio de disputas silenciosas, lealtades tensadas y estrategias cruzadas, Karina Milei y Santiago Caputo continúan su vínculo, aunque con profundas diferencias sobre el rumbo político del espacio que ayudaron a construir. El llamado "triángulo de hierro" —formado por Javier Milei, su hermana Karina y el asesor estrella Caputo— ya no es tal. No por una ruptura abierta, sino por una revelación estructural: nunca funcionó como un órgano de toma de decisiones colectivas, sino como una división de tareas. Karina tomó el control del armado político, Caputo la gestión estratégica y comunicacional, y el Presidente se mantuvo concentrado en su propio libreto. Las tensiones alcanzaron un punto álgido tras la confección de listas en la provincia de Buenos Aires. La juventud libertaria digital, que representa el ala más pura del mileísmo, quedó desplazada frente al avance de operadores territoriales, encabezados por Sebastián Pareja y los Menem. La interna se expresó de forma elíptica: mientras Karina lanzó un mensaje disciplinador en redes, desde el entorno de Caputo se replicaron críticas indirectas a través de tuiteros afines. Caputo, siempre en las sombras, dejó de lado sus perfiles digitales más visibles y emitió señales encriptadas a través de cuentas alternativas, al tiempo que el entorno presidencial intentaba calmar las aguas. En paralelo, el vocero Manuel Adorni aclaró que el tuit de Karina Milei iba “para todos”, buscando amortiguar los efectos de su categórica advertencia. En el trasfondo, se puso en evidencia un cambio profundo: la subordinación pasó a ser el valor supremo dentro de La Libertad Avanza, incluso por encima de la identidad doctrinaria. Lo que importa es la obediencia al mando, no la trayectoria ni la afinidad con la "batalla cultural". Un gesto simbólico de este nuevo orden fue el lugar marginal que recibió Nahuel Sotelo, uno de los pocos representantes de las “Fuerzas del Cielo”, relegado al quinto puesto en la lista de la Tercera Sección Electoral. Mientras tanto, el Presidente no propició una reorganización del poder interno. Optó, en cambio, por un pequeño ajuste: promover al jefe de Gabinete, Guillermo Francos, como figura moderadora. Una suerte de “palomo de la paz” en una cúpula fragmentada, sin canales fluidos de decisión ni coordinación. Así, el triángulo se transforma en una pirámide, con Milei en la cima y los conflictos sin resolver en su base. La pregunta central ahora es si el diseño de listas impuesto por el karinismo tendrá resultados en las urnas. En la Tercera Sección Electoral —clave en la provincia de Buenos Aires— el peronismo mantiene ventaja, y no está claro que el esquema libertario pueda revertir esa tendencia. El riesgo es doble: perder en terreno clave y llegar debilitado al cierre nacional de listas del 17 de agosto. Caputo, por su parte, aún no fue confirmado como cerebro de la campaña bonaerense. Su relación con Pareja y los Menem está dañada, lo que hace difícil su reincorporación al esquema operativo, más aún si no comparte los criterios de selección de candidatos. La distancia con Karina es menor, pero la falta de una conducción integral le pone un techo a su influencia. En medio del desconcierto, algunos gobernadores que visitaron discretamente la Casa Rosada pidieron orden: “No se puede negociar si parecen padres separados”, dijeron tras reunirse con Francos, Karina Milei y Eduardo Menem. Pero la respuesta fue la misma: cada uno conserva su rol. Sin embargo, la urgencia del calendario electoral y la presión por mantener cohesionado al espacio obligan a los protagonistas a ceder. En las últimas horas, las redes libertarias entraron en pausa y algunos funcionarios bajaron su exposición mediática. Nadie descarta un diálogo entre Karina y Caputo para limar asperezas. La causa, aún con fisuras, impone silencio. Por ahora. TAPA DEL DÍA Opinión pública: En un contexto donde las decisiones del poder se concentran en vínculos familiares y operadores sin contrapeso institucional, el riesgo no es solo electoral. La ausencia de una estructura deliberativa clara, con un Presidente aislado y una conducción delegada, puede derivar en errores de cálculo con impacto directo en la gobernabilidad. La política, aunque desvalorizada, sigue siendo el único terreno donde la estrategia y el consenso pueden evitar el colapso de los proyectos personales. TAPA DEL DÍA