Depresión en pareja: el drama invisible que destruye relaciones y nadie quiere contar Por Redacción del Diario TAPA DEL DÍA Estar en una relación con una persona que padece depresión mayor no es simplemente "aguantar una mala racha". Es convivir con una sombra que consume los gestos de cariño, apaga el diálogo y convierte cada día en una cuesta empinada para ambos. Quienes lo han vivido —ya sea en carne propia o como acompañantes— lo describen como una experiencia emocionalmente agotadora, confusa y dolorosa. El trastorno depresivo mayor no es tristeza pasajera. Se manifiesta con síntomas físicos, cognitivos y emocionales que impactan en todas las dimensiones de la vida. Desde el insomnio, los cambios de apetito o la fatiga extrema, hasta la desorientación, la culpa, la ansiedad o la pérdida total de interés por lo que antes era placentero. Pero quizás, uno de sus efectos más destructivos ocurre en la intimidad de los vínculos amorosos. Cuando el amor no alcanza: los síntomas que erosionan la pareja Una persona con depresión puede mostrar rechazo al contacto físico, evitar conversaciones afectivas, encerrarse en el silencio o pasar horas absorta frente a una pantalla. No es que no quiera amar, es que su enfermedad se lo impide. En ese contexto, su pareja puede sentirse excluida, confundida o incluso convencida de que todo es su culpa. Frases como “mi pareja con depresión me rechaza” o “mi pareja tiene depresión y quiere estar sola” suelen repetirse con dolor y desesperación. No es fácil entender que la frialdad o la distancia no son necesariamente falta de amor, sino síntomas de un trastorno devastador. Los errores más comunes que rompen la relación En el intento de acercarse, muchas parejas cometen errores que terminan agravando el distanciamiento. Entre ellos: Actuar con rencor: dejar de buscar al otro por orgullo o enojo. Sobreexigir al vínculo: reclamar pruebas de amor como si el sentimiento pudiera superar la enfermedad. Buscar confirmaciones: repetir “te quiero” esperando una respuesta que quizá no llegue. La depresión no responde a la lógica emocional habitual. Exigir lo que la otra persona no puede dar —aunque antes lo haya dado— solo profundiza la fractura. ¿Cómo acompañar sin quebrarse? Lo primero es comprender que la depresión es una enfermedad, no un defecto de carácter. No se cura con fuerza de voluntad ni se combate con frases hechas. Quien acompaña también necesita apoyo, espacio y herramientas para no colapsar en el intento. Algunas estrategias clave son: Informarse sobre la depresión y sus síntomas. No personalizar el distanciamiento: entender que no es contra uno. Evitar sermones, culpas o dramatismos innecesarios. Fomentar rutinas, ofrecer compañía sin invadir, y sugerir ayuda profesional con empatía. Participar —si se permite— de sesiones terapéuticas para comprender mejor la situación. La depresión apaga, pero no anula el amor Durante los episodios más agudos, el amor puede quedar cubierto por una capa de indiferencia. Pero no desaparece. Según especialistas, cuando la depresión empieza a remitir —gracias a tratamiento profesional adecuado— la conexión emocional puede recuperarse. El desafío está en no romperse antes. Desde TAPA DEL DÍA, entendemos que hablar de salud mental en la vida de pareja no es solo una necesidad: es un acto de responsabilidad social. Porque detrás de cada caso hay una persona que sufre, y otra que intenta sostener el vínculo mientras también sufre en silencio. Opinión pública fundamentada: ¿Estamos preparados como sociedad para convivir con la depresión sin que destruya nuestros vínculos más cercanos? La respuesta todavía parece ser no. La falta de educación emocional, los prejuicios sobre la salud mental y la ausencia de contención para quienes acompañan a personas con depresión siguen siendo una deuda urgente en la agenda pública. Por eso, hablar, informarse y empatizar son los primeros pasos para cambiar esa realidad. Y hacerlo, también, es un acto de amor.