Revelan que en una cuadra oculta de Almagro funcionó un centro clandestino de detención durante la dictadura Redacción del Diario Tapa Del Día Una cortada que casi no figura en los mapas, apenas una cuadra en Almagro, y un portón marrón que parece uno más. Hasta ahora. La investigación llevada adelante por activistas, vecinos, organismos de derechos humanos y periodistas independientes confirmó que en el Pasaje Obrero Roberto Núñez al 4330, justo frente a la Escuela República de Jujuy, operó un centro clandestino de detención durante la última dictadura cívico-militar en Argentina. El hallazgo impacta no solo por la crudeza de los hechos revelados, sino también por el silencio que envolvió a este espacio durante más de cuatro décadas. El lugar, que combina un galpón y una vivienda colindante con ingreso por la calle Palestina al 638, funcionó como una extensión operativa del Batallón de Inteligencia 601, uno de los organismos clave en el aparato represivo de la dictadura. El testimonio central que selló la investigación fue el del ex agente civil Eduardo Donato Caporaso, quien declaró en el juicio conocido como Contraofensiva que había prestado servicios en una "casona de la calle Rawson" —hoy Palestina— y que desde allí se accedía al inmueble de Obrero Núñez. Confirmó además que las operaciones se realizaban en vehículos civiles, como Ford Falcon y Dodge 1500, y que ingresaban y salían agentes vestidos de civil. Otros testimonios judiciales y relatos vecinales refuerzan esta versión. Uno de los relatos más estremecedores proviene de un ex alumno de la Escuela República de Jujuy, quien recordó que al subir al techo del colegio, podían ver movimientos sospechosos en la propiedad de enfrente. En una ocasión, incluso fueron apuntados con reflectores y obligados a bajar la vista. La fachada del centro clandestino estaba cuidadosamente construida: al frente funcionaba, según declaraciones judiciales, un negocio de productos agropecuarios que servía de pantalla. Los vecinos más antiguos recuerdan operativos encubiertos, autos que entraban y salían sin identificación y, en al menos una ocasión, una alerta de enfrentamiento armado que obligó a las familias a tirarse al suelo en sus casas por temor a una balacera. El pasaje lleva el nombre de Roberto Núñez, un obrero gráfico asesinado en 1951 durante un ataque armado contra el diario La Prensa, en medio de una huelga promovida por el sindicato de canillitas. Fue una víctima de la violencia política de otra época, cuyo nombre quedó grabado en la calle sin que se supiera —hasta ahora— que ese mismo espacio albergó otras formas de represión clandestina. Durante años, la propiedad de Obrero Núñez fue simplemente “el galpón frente a la escuela”. A partir de ahora, su historia cambia. La combinación de testimonios orales, documentos judiciales y el trabajo colectivo de distintas organizaciones permitió reconstruir una verdad que la ciudad no puede seguir ignorando. Desde TAPA DEL DÍA consideramos que este tipo de hallazgos deben ser acompañados por una señalización urgente de los espacios utilizados como centros de represión ilegal. La memoria colectiva necesita ser preservada no solo en los libros o los juicios, sino también en las calles que pisamos a diario. Una ciudad con demasiadas heridas abiertas Según datos del ex Programa Verdad y Justicia, solo una pequeña porción de los más de 800 centros clandestinos de detención del país están señalizados o convertidos en espacios de memoria. La casa de Núñez, hasta ahora ausente de toda mención oficial, se suma a esa lista. Pero no debería quedar allí. La verdad fue dicha. Ahora, falta justicia y reparación. Y que ese portón marrón en Almagro deje de ser una sombra sin nombre. Publicado originalmente por TAPA DEL DÍA.