El privilegio de no opinar: por qué declararse “apolítico” es una forma de complicidad silenciosa Por Redacción del Diario Tapa Del Día | Nota de Bruno Cardinale En una sociedad atravesada por la desigualdad, la violencia institucional y las decisiones de una élite cada vez más concentrada, hay una actitud que, aunque parezca inocente, dice mucho: declararse apolítico. Ser apolítico no es simplemente desinteresarse por la política. Es adoptar una posición de aparente neutralidad que, en los hechos, significa dejar las decisiones —y sus consecuencias— en manos de otros. Y eso, en contextos de crisis, es una forma de complicidad. “Yo no me meto”, “todos los políticos son iguales”, “la política no me interesa” son frases que resuenan con fuerza en la Argentina actual. Pero detrás de esa postura hay algo más profundo: un privilegio. Porque sólo quienes no ven peligrar su casa, su comida o sus derechos pueden permitirse mirar para otro lado. Lo dijo Desmond Tutu: “Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor.” Y lo repiten una y otra vez los movimientos sociales, feministas y de derechos humanos en todo el mundo. Mientras tanto, los sectores más afectados por las políticas de ajuste, la represión o la precarización laboral no tienen margen para declararse neutrales. Para ellos, la política no es una elección: es supervivencia. Desde TAPA DEL DÍA lo decimos sin rodeos: el silencio también habla. Y cuando una voz con llegada —un influencer, una figura pública, una empresa o un medio— decide callar ante una injusticia, no está siendo imparcial: está siendo funcional. En un país donde hay niños que comen una vez al día, jubilados que eligen entre medicamentos o comida, y mujeres que mueren por violencia machista, ser apolítico es, en realidad, un acto político. Uno que beneficia al orden vigente. No se trata de militar ni de elegir un partido. Se trata de entender que todo es político: el acceso al agua, el precio de los alimentos, el transporte público, la educación de tus hijos. Y que el “no me meto” sólo ayuda a que nada cambie. Esta nota fue elaborada por Bruno Cardinale para la Redacción de TAPA DEL DÍA, como parte de una serie de análisis sobre el discurso del privilegio en la Argentina. La neutralidad es una ilusión. Y en tiempos de crisis, no tomar partido también es tomar partido.