Una innovación científica con sello argentino podría marcar un antes y un después en la producción de soja. Investigadores del CONICET, en conjunto con un equipo internacional, desarrollaron una versión mejorada de una bacteria que fertiliza naturalmente el suelo, sin recurrir a organismos transgénicos. El resultado promete: hasta un 6% más de rendimiento en los cultivos y menor uso de fertilizantes químicos. El proyecto se centra en la cepa E109 de Bradyrhizobium japonicum, una bacteria que desde los años noventa acompaña a la soja en los suelos argentinos. Mediante una edición genética precisa, realizada con la técnica CRISPR/Cas9, los investigadores potenciaron su capacidad para fijar nitrógeno, una función clave para el desarrollo de las plantas. “Somos el primer grupo del mundo que logró hacer edición de CRISPR/Cas9 en bacterias elite de importancia agronómica”, señaló Nicolás Ayub, científico del CONICET y director del proyecto desde el Instituto de Agrobiotecnología y Biología Molecular (CONICET-INTA). El avance se encuadra dentro de una plataforma internacional que busca mejorar biofertilizantes, bioinsecticidas y biofungicidas, con la participación de instituciones de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, España y Uruguay. Una de las claves del hallazgo es que la edición no incorporó genes de otros organismos, por lo que la bacteria mejorada no es considerada un transgénico en países como Brasil, Estados Unidos, China, India, Indonesia, Bangladesh o Australia. Esto facilita su futura aprobación y comercialización, sin los obstáculos normativos que suelen enfrentar los OGM. El potencial económico es significativo. “En las últimas dos décadas, el costo del gas natural y sus derivados, como el nitrógeno sintético, aumentaron notablemente, mientras los precios de los cultivos se mantuvieron estables”, explicó Ayub. El nuevo biofertilizante permitiría reducir esos costos y, a la vez, disminuir el impacto ambiental de la agricultura. Los beneficios ambientales también son notables: no deja residuos químicos, ayuda a degradar glifosato, reduce las emisiones de óxido nitroso y mejora el aporte de nitrógeno al suelo. Esto genera fertilización más eficiente, especialmente en rotaciones con cereales. ¿Cómo se logra esta mejora sin alterar la esencia de la bacteria? A diferencia de los transgénicos, la técnica CRISPR/Cas9 permite editar mínimamente el genoma, sin agregar material genético externo. “Es como corregir una letra en un libro. Con pequeñas modificaciones, potenciamos lo que la bacteria ya sabe hacer”, explicó Ayub. Este tipo de edición genética acorta notablemente los tiempos de aprobación. A diferencia de los organismos genéticamente modificados, los biofertilizantes editados pueden ser registrados como inoculantes tradicionales. Se espera que los primeros productos para soja y alfalfa estén disponibles en menos de un año. Pero el trabajo no termina ahí. El equipo ya avanza sobre una segunda generación de biofertilizantes para trigo, maíz y arroz, con el objetivo de reemplazar el uso de nitrógeno sintético. Incluso, desarrollan probióticos editados para el ganado que podrían reducir las emisiones de metano. La ciencia vuelve a demostrar que lo invisible puede transformar lo visible. Una modificación microscópica, nacida en un laboratorio argentino, podría redefinir el futuro de la agricultura. TAPA DEL DÍA  Opinión pública: Este avance del CONICET puede ser una pieza clave para el futuro del agro argentino, ya que ofrece una solución sustentable sin las resistencias que generan los transgénicos. En un contexto global donde se busca reducir la huella ambiental del campo, este tipo de tecnología podría posicionar a la Argentina como referente en biofertilización de precisión. TAPA DEL DÍA