El Eternauta: del héroe colectivo al símbolo eterno de resistencia Por Redacción del Diario Tapa Del Día La historieta El Eternauta, escrita por Héctor Germán Oesterheld y dibujada por Francisco Solano López, es mucho más que una ficción de ciencia ficción ambientada en Buenos Aires. Publicada por primera vez entre 1957 y 1959 en la revista Hora Cero Semanal, la obra se consolidó como uno de los pilares fundamentales de la literatura gráfica argentina, marcando una generación entera con una narrativa tan atrapante como política. En un contexto de nevada mortal, invasiones extraterrestres y resistencia barrial, El Eternauta introdujo el concepto del "héroe colectivo": no un individuo extraordinario con poderes, sino un grupo de personas comunes que, desde el amor, la solidaridad y la inteligencia, enfrentan un poder invisible, opresor, que no da tregua. En sus páginas se palpa el drama del pueblo argentino atravesado por crisis, represión y sueños de emancipación. Hoy, a 68 años de su aparición y a 48 de la desaparición de Oesterheld durante la dictadura militar —junto con sus cuatro hijas y yernos—, El Eternauta revive en la pantalla gracias a la adaptación dirigida por Bruno Stagnaro, disponible en Netflix. Esta nueva versión rescata la esencia del relato pero también introduce cambios que reflejan la actualidad social y política, entre ellos la incorporación de nuevos personajes, conflictos internos, y una mirada más introspectiva del protagonista, Juan Salvo, marcado por las heridas de Malvinas. La serie propone una reinterpretación que, aunque válida desde la ficción, suaviza algunos de los aspectos más filosos del original. Mientras Oesterheld proponía una visión profundamente humanista, sustentada en la razón y la ciencia, la adaptación introduce elementos religiosos, místicos y emocionales que, si bien aportan dramatismo, diluyen parte de la potencia política que emanaba del relato de los años '50. Uno de los momentos más significativos de la serie ocurre cuando un grupo de personajes, amenazados por los invasores, se refugia en una iglesia. Allí, el sacrificio de una monja y un ex combatiente de Malvinas es presentado como un acto redentor, acompañado por el sonido desgarrador del Credo de la Misa Criolla. Esta escena, aunque poderosa en términos audiovisuales, representa un giro sustancial respecto de la obra original, donde no había lugar para trascendencias espirituales, sino para el pensamiento crítico, colectivo y materialista. A pesar de los matices, la vigencia del mensaje permanece. El Eternauta sigue siendo un llamado a la conciencia. Un espejo que nos devuelve la pregunta fundamental: ¿seremos capaces de construir una sociedad basada en el humanismo universal, la solidaridad y la igualdad? Oesterheld no ofrecía respuestas fáciles. No había héroes individuales ni soluciones mágicas. Había grupos que se organizaban, vecinos que se cuidaban, amigos que luchaban juntos. Y ese es, tal vez, el mensaje más profundo que esta historia sigue transmitiendo, incluso en este presente de incertidumbre, individualismo y avance de discursos autoritarios. Desde TAPA DEL DÍA entendemos que volver a leer El Eternauta es una forma de recuperar no solo una obra maestra, sino también una mirada sobre el mundo que nos interpela y nos desafía. Opinión pública: En un país donde las ficciones muchas veces reemplazan a la reflexión, esta adaptación puede ser un puente para que nuevas generaciones se acerquen a la historieta original. Pero no debemos perder de vista que detrás de cada viñeta había un autor comprometido con su tiempo, con el pueblo y con la verdad. Su desaparición es una herida que sigue doliendo. Su obra, una luz que nunca se apaga. TAPA DEL DÍA — www.tapadeldia.com