La crisis educativa argentina volvió a ocupar el centro del debate público con un diagnóstico contundente: el deterioro del sistema no solo compromete el futuro de millones de estudiantes, sino que ya impacta de manera directa en el desarrollo económico, la productividad y la cohesión social del país. Así lo advirtieron especialistas que participaron del XVIII Foro de Calidad y Equidad Educativa, organizado por Educar 2050. El encuentro reunió a referentes del sistema educativo, del sector empresarial y de la academia para discutir las principales urgencias de la educación argentina, con dos ejes centrales: la situación de la profesión docente y la débil articulación entre la escuela y el sistema productivo. El consenso fue amplio y preocupante: sin una mejora sostenida en educación, no hay proyecto de país viable. La apertura estuvo a cargo de Florencia Ruiz Morosini, directora ejecutiva de Educar 2050, y contó con la participación del secretario de Educación de la Nación, Carlos Torrendell, quien planteó la necesidad de repensar el modelo escolar frente a los cambios culturales y tecnológicos. “Hay que dejar de pensar el aula como un mundo cerrado y empezar a pensar el mundo como aula”, afirmó, al describir el desafío de reconvertir la escuela en un espacio conectado con su entorno. El primer panel estuvo dedicado al rol docente. Allí, Anabella González, directora del Colegio Madre Teresa —una escuela de cuota cero del conurbano bonaerense reconocida entre las mejores del mundo por su trabajo en contextos adversos—, describió el abordaje integral que realizan con estudiantes y familias. “Matriculamos a los chicos, pero también a sus familias. En estos contextos, lo pedagógico no alcanza”, explicó. Desde una mirada estructural, Cecilia Veleda, investigadora de CIPPEC y exdirectora del Instituto Nacional de Formación Docente, alertó sobre la sobrecarga que enfrentan hoy las escuelas. “Al sistema educativo se le pide que resuelva problemas sociales, alimentarios y sanitarios, pero sin las herramientas necesarias. Eso termina corriendo el foco del aprendizaje”, señaló. Y advirtió que la falta de articulación entre políticas educativas y sociales profundiza el deterioro. La formación docente apareció como uno de los grandes pendientes. Veleda recordó que el país cuenta con alrededor de 1.300 institutos de formación, muchos de ellos sin evaluación de ingreso ni de egreso, y citó datos alarmantes: el 40% de los futuros docentes evaluados en 2017 tenía dificultades de comprensión lectora. “No hay una solución mágica, pero mejorar la formación inicial es un punto de partida ineludible”, sostuvo. En paralelo, varias intervenciones expresaron reparos frente al proyecto de “libertad educativa”. González advirtió que, en contextos vulnerables, otorgar más responsabilidades a las familias sin garantizar condiciones previas puede ampliar las desigualdades. “La autonomía sin información ni acompañamiento termina siendo abandono”, resumió. El segundo bloque del foro puso el foco en el impacto económico de la crisis educativa. El economista Javier Curcio fue categórico: “No es una exageración hablar de tragedia educativa”. Según datos de Argentinos por la Educación, solo 10 de cada 100 estudiantes terminan la secundaria en tiempo y forma, con brechas extremas entre provincias. “Esto afecta la productividad, la innovación y reproduce desigualdades”, explicó. Desde el sector empresario, Ricardo Ferreiro, de Tecpetrol, describió la creciente distancia entre las habilidades que requiere la industria y la formación de los egresados. “Hoy un título no garantiza competencias. En los exámenes de ingreso vemos rendimientos muy inferiores a los de hace una década”, advirtió, y señaló que la preocupación por el nivel educativo ya es transversal en el ámbito productivo. Erika Bienek, del Grupo Techint, presentó la experiencia de la Escuela Técnica Roberto Rocca, donde estudiantes de sectores vulnerables alcanzan altos niveles de desempeño. “La experiencia demuestra que se puede, pero con articulación real entre Estado, escuelas, familias y empresas, y con foco en la formación docente y la medición de resultados”, remarcó. El cierre estuvo a cargo de Guillermina Tiramonti y Susana Decibe, exministra de Educación. Ambas coincidieron en cuestionar el enfoque refundacional del proyecto de libertad educativa. “Más que autonomía, propone un retiro del Estado”, afirmó Decibe, quien sostuvo que los problemas no se resuelven con nuevas leyes, sino aplicando las vigentes y acompañando al docente en el aula. Tiramonti sintetizó una idea que atravesó todo el encuentro: “La educación no es un conjunto de saberes individuales, es un proyecto de país y una cuestión de Estado. Ningún modelo de desarrollo es posible sin un proyecto educativo sólido”. Un diagnóstico que, según los participantes, ya no admite dilaciones. Opinión pública: La discusión educativa dejó de ser un debate sectorial para convertirse en una urgencia nacional. Persistir en diagnósticos sin decisiones de fondo implica aceptar un techo cada vez más bajo para el desarrollo argentino. La educación no necesita refundaciones ideológicas, sino continuidad, inversión inteligente y un Estado presente que entienda que formar mejor hoy es la única forma de crecer mañana. TAPA DEL DÍA