TAPA DEL DÍA Ekatherina tiene tres años y su historia conmovió a Comodoro Rivadavia, Buenos Aires y al país entero. Nació con hipoplasia de ventrículo izquierdo, una cardiopatía congénita severa, y desde entonces su vida estuvo marcada por cirugías, internaciones y esperas interminables. Durante más de un año permaneció en lista de espera nacional para un trasplante de corazón. Sin embargo, el órgano nunca llegó. Hoy, tras múltiples complicaciones neurológicas y problemas intestinales, su equipo médico y sus padres tomaron la dolorosa decisión de no volver a inscribirla en la lista de trasplantes: su calidad de vida no se recuperará nunca. “Hasta hace un mes Eka era una nena que transitaba la enfermedad bien, pero sufrió múltiples accidentes cardiovasculares y no volvió a ser la misma. Murieron muchas partes de su cerebro”, relató su mamá, Anastasia, en diálogo con TN. A pesar de la adversidad, Ekatherina sigue dejando huellas de luz. Antes de las complicaciones, era una niña curiosa, ágil e inteligente: armaba figuras en la tablet, aprendía con rapidez y enseñaba juegos a los adultos. Su risa era contagiosa: “Lo que la hacía tentar de risa era que a los adultos se nos cayeran los juguetes de la mano. Ella los revoleaba y nosotros entendíamos que hay cosas que se nos escapan”, contó su mamá. Su sonrisa permanece intacta. “Se levantaba todos los días con ganas de bailar. Nunca quiso rendirse, siempre quiso vivir sonriendo”, añade Anastasia. Hoy, los medicamentos mantienen a Ekatherina tranquila y sin dolor. Sus padres encuentran un respiro en la calma de su hija y en la fuerza de Alex, su hermano de dos años, con quien comparte un vínculo profundo y lleno de amor. “Lo que nos queda para seguir adelante no es poco. Alex nació en Buenos Aires y vivió en un hospital junto a su hermana. Pronto regresaremos a Comodoro Rivadavia. No seremos tres, siempre seremos cuatro. El cero no existe: no será empezar de cero, pero será empezar otra vez la vida”, expresó Anastasia. La historia de Ekatherina generó una red de solidaridad en la Patagonia y en Buenos Aires, con campañas, rifas y abrazos frente al Hospital Italiano, que aún sostienen a la familia. “Estamos agradecidos. Ese acompañamiento nos sostuvo durante todos estos años”, remarcan sus padres. Más allá de la frialdad de los diagnósticos, Ekatherina deja un legado luminoso: su forma de reír, su capacidad de disfrutar incluso entre cables y medicación, y su manera de enseñar a los grandes que la vida puede ser dura, pero nunca deja de ser vida. “Ella nos enseñó que no hay que rendirse. Que hasta en el hospital, lo mejor que se puede hacer es bailar”, concluye su mamá, recordando que, aunque el trasplante nunca llegó, el corazón de Eka siempre latió fuerte. TAPA DEL DÍA