Hoy me toca escribir la nota más dura de mi vida. Hoy se fue uno de mis mejores amigos, una de esas personas que parecían eternas, porque siempre estaban ahí. Esta mañana, alrededor de las 9.30, falleció en su casa de un infarto Raúl “El Chino” Benítez, a los 57 años. Y todavía cuesta escribirlo, cuesta creerlo, cuesta entender cómo alguien tan lleno de vida, tan disciplinado y tan querido por todos, ya no está. El Chino no era solo un nombre en Pergamino. Era un símbolo. Fue uno de los grandes jugadores de fútbol que dio esta ciudad, un talento en la cancha que dejaba todo, pero sobre todo un tipo querido, respetado y admirado por sus compañeros y rivales. Afuera de la cancha, era mucho más: un amigo de los de verdad, de los que están en los momentos más difíciles, de los que siempre tienen una palabra justa, un consejo, una charla que terminaba calmando cualquier tormenta. En el gimnasio POWERBODY, donde se desempeñaba como profesor, dejó una huella imborrable. Era el profesor de los domingos, pero en realidad era mucho más que eso. Era la motivación, la sonrisa, el empuje que todos necesitaban. Todos los que pasaron por esas clases lo recuerdan con cariño, porque tenía esa capacidad única de sacar lo mejor de cada persona, de exigirte, de guiarte y de hacerte sentir acompañado en el esfuerzo. El Chino era, sin dudas, el mejor profesor que pasó por nuestro gimnasio. No lo digo yo solo: lo dice cada socio, cada alumno, cada compañero que lo conoció. Lo increíble y lo más doloroso de todo es que el Chino se cuidaba. Siempre lo hizo. Desde chico entrenaba, mantenía un físico privilegiado, era el ejemplo de lo que significa la disciplina y el compromiso con uno mismo. No tomaba alcohol, cuidaba su alimentación y entrenaba todos los días. Tenía 57 años y un físico que muchos envidiaban, un estado de salud que parecía inquebrantable. Por eso su partida duele tanto, porque nadie la esperaba, porque parecía imposible que justamente él se fuera así, de golpe, sin aviso. El Chino era querido por todos. No hay persona en Pergamino que no hable bien de él. Era ese amigo al que acudías cuando la vida te pesaba, porque sabías que iba a escucharte, que iba a decirte lo que necesitabas escuchar, o simplemente iba a estar ahí, a tu lado. Esa era su esencia: dar. Dar tiempo, dar cariño, dar amistad. Por eso la noticia de su partida golpea tan fuerte a toda la ciudad, porque sentimos que se va alguien que nos dio demasiado, y que todavía tenía tanto más por dar. En este momento tan doloroso, también es necesario abrazar fuerte a Joaquín y a Tomás Benítez, sus hijos, dos hombres que heredaron esa nobleza y esa forma de ser del Chino. Toda la comunidad los quiere y los acompaña en este dolor inmenso. No hay palabras que alcancen, pero sí hay un afecto colectivo que los rodea y que ojalá les dé un poco de consuelo en medio de tanta tristeza. Hoy escribo con el corazón roto. Porque más allá de ser un referente deportivo, un profesor ejemplar y un amigo de muchos, para mí el Chino fue uno de los grandes amigos de mi vida. Ese hermano elegido, esa persona que te ayudaba con cualquier problema, que siempre encontraba la forma de estar. Lo voy a extrañar todos los días. Y sé que no soy el único: lo vamos a extrañar todos. Se fue Raúl “El Chino” Benítez. Y con él se va una parte enorme de la vida de muchos. Pero también queda su ejemplo, su risa, su fuerza, su legado. Queda el recuerdo de cada charla, de cada partido, de cada clase en el gimnasio. Queda, sobre todo, el amor de todos los que lo conocimos. El Jueves el gimnasio POWERBODY, que abre los 365 días del año, cierra sus puertas en su honor, porque hay ausencias que pesan más que cualquier rutina, más que cualquier horario. Mañana el gimnasio está de luto. Hasta siempre, amigo. Te vamos a extrañar con todo el corazón. Por Bruno Cardinale