Salud Mental

Bullying, psicosis y suicidio adolescente: Cuando el cuerpo y las palabras ya no alcanzan

Una investigación internacional vincula el bullying con la aparición de síntomas psicóticos en jóvenes. La serie 13 Reasons Why ilustra el drama de una generación marcada por la angustia, el aislamiento y la ausencia de referentes adultos. Un análisis profundo desde la clínica de la época, por TAPA DEL DÍA.

  • 11/06/2025 • 23:24

Bullying, psicosis y suicidio adolescente: cuando el cuerpo y las palabras ya no alcanzan

Redacción del Diario Tapa Del Día | www.tapadeldia.com

La conciencia sobre los males que atraviesan la infancia y la adolescencia no siempre se traduce en un consenso sobre cómo enfrentarlos. La llamada "clínica de la época" advierte sobre una ruptura profunda en el lenguaje, en la forma de vincularse, en lalengua misma. Es un momento donde la sintomatología supera los marcos tradicionales de referencia.

Un estudio reciente de la investigadora Andrea Schreier, del Instituto de Investigación en Ciencias de la Salud de la Universidad de Warwick (Reino Unido), señala que el bullying puede ser un indicador temprano de psicosis. Jóvenes que han sido víctimas de acoso escolar tardíamente experimentan delirios, alucinaciones, y en algunos casos, desarrollan cuadros graves de salud mental.

La serie 13 Reasons Why retrató este fenómeno con crudeza: Hannah Baker, su protagonista, deja grabaciones explicando su suicidio tras haber sido víctima de acoso, violencia sexual, indiferencia adulta y aislamiento. El drama se despliega tanto en la escuela como en su hogar, escenarios donde, pese a la existencia de normas, la transmisión simbólica entre generaciones está quebrada.

El entorno de Hannah es representativo de un clima social extendido: un padre ausente, una madre desbordada, compañeros testigos pero cómplices silenciosos, una institución que no escucha. La consulta con el psicólogo escolar —el último recurso— resulta estéril, desatinada, y desencadena la tragedia. Ese mismo día, Hannah decide terminar con su vida.

No se trata solo de una ficción: en nuestra sociedad, el bullying es una realidad cotidiana, compleja, y de múltiples caras. El acosado y el acosador habitan posiciones igualmente problemáticas. El primero sufre humillación, exclusión, violencia física y simbólica; el segundo, desplaza su agresión sobre un cuerpo ajeno, rechazando lo que no puede tolerar en sí mismo.

En este escenario, el cuerpo adolescente se vuelve el lugar de inscripción del conflicto. Se desborda, se encierra, se angustia. La víctima muchas veces no puede expresar su padecimiento, o ni siquiera lo registra como tal. La agresión pasa desapercibida, minimizada, incluso negada por quien la sufre.

Los síntomas que emergen —desde conductas autodestructivas hasta manifestaciones psicóticas— reflejan el desencuentro entre los cuerpos y las palabras. El psicoanálisis, como orientación, propone una vía para resignificar esos síntomas, para que los adolescentes puedan encontrar una nueva relación con su cuerpo, con el otro, con el lenguaje. Pero para eso, primero hay que escuchar.

La problemática del bullying, lejos de agotarse en la superficie de lo escolar, interpela a toda la sociedad: familias, instituciones, medios, redes sociales. Y nos exige repensar qué estamos haciendo —y dejando de hacer— con nuestros jóvenes.

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